Cuando Ramón Larramendi (43 años) decidió dedicarse a organizar y vender viajes a las zonas árticas, en 1997, ya era toda una personalidad en el mundo de las expediciones polares. Larramendi da conferencias, publica libros y vídeos, colabora con programas como Al Filo de lo Imposible y representa a la Fundación Polar Internacional en España. Lo de fundar una agencia fue la consecuencia lógica de su pasión por las zonas árticas. “Quería transmitir a los demás las experiencias únicas vividas por mí, con el mismo espíritu de aventura con el que conduje mis expediciones”. Algo para lo que estaba sobradamente preparado. Un viaje por Groenlandia, Canadá o Laponia no está al alcance de cualquier agente. Son zonas remotas, donde no hay infraestructura por lo que hay que planificar los viajes con sumo cuidado y prever cualquier problema. Para hacerlo con normalidad, Larramendi, que habla el idioma de los esquimales, ha creado incluso una filial en Groenlandia, la zona a donde dirige más viajeros. Ahí concentra la infraestructura necesaria y llega a tener unas 30 personas trabajando en temporada alta. “Ahora estoy montando otra filial en Escandinavia”, dice.
“En la actualidad ofrecemos unos 50 circuitos, llevamos alrededor de 850 personas y facturamos unos tres millones de euros». Larramedi tiene claro que lo suyo no es turismo de masas. El polar es un mercado minoritario. Estos viajes no son aptos para comodones. Concebidos como expediciones, normalmente una o dos semanas, sus integrantes (entre ocho y 10 personas) deben viajar en trineo e incluso a pie, dormir en tiendas y hacerse su comida. Además son viajes caros. Los de Tierras Polares no bajan normalmente de los 1.800 euros (una semana). Larramendi se siente satisfecho con los resultados. “Hemos estado creciendo a ritmos del 10%, pero este año nos vamos a quedar en la cifra del 2008”. Lo que no le preocupa. Con casa en Groenlandia, ha logrado lo que quería; compartir sus sensaciones con miles de personas. Y ganar dinero con eso.