Si nos preguntamos exclusivamente por las cualidades que han convertido a Spotify en el último fenómeno de Internet, la respuesta es bien sencilla: una web que ofrece una de las bibliotecas musicales más completas del mundo, absolutamente gratuita y con el único peaje de tener que escuchar una cuña publicitaria de 30 segundos cada 20 minutos. Una oferta más que atractiva para la comunidad de usuarios de Internet, acostumbrada a acceder a contenidos de todo tipo con el gancho del gratis total.
Pero si algo nos ha enseñado Internet es que contar con millones de usuarios no significa que tengamos un negocio rentable (el propio Youtube cerrará este ejercicio con 338 millones de euros de pérdidas). Mucho menos cuando hablamos de distribuir música. De ahí, que esta radio on line, creada por los emprendedores suecos Daniel Ek y Martin Lorentzon, levante tantas pasiones entre sus usuarios como escepticismo entre expertos en negocios por Internet.
La pasión de los internautas la resume brevemente el director general de la empresa en España, Lutz Emmerich: “Spotify permite el acceso totalmente gratis al 80% de la música que existe en todo el mundo. Sin restricciones y completamente legal. Nuestra propuesta es que en lugar de ir a Emule a descargarse un archivo con pésima calidad, que igual no es el álbum que buscan o no lo encuentran, lo busquen en Spotify y lo puedan escuchar de forma inmediata. Creemos que los usuarios no van a necesitar descargarse la música si la pueden escuchar cuando quieran de forma totalmente legal”.
El modelo en realidad no es nuevo. Es lo que en Internet se conoce como streaming: disponer de contenido on line sin necesidad de descarga. Una idea que ya explotan otras emisoras en España, como Last.fm o Yes.fm. La pregunta es ¿por qué entonces Spotify se ha situado en cuatro meses por delante de sus competidoras con más de un millón de usuarios?
CONTENIDO SIN RESTRICCIONES
Para obtener ingresos, estas emisoras on line a la carta suelen cobrar una cuota mensual o limitar el contenido al que se accede de forma gratuita, para convertir al mayor número de usuarios posible al sistema de pago. Spotify utiliza un argumento distinto. “Todos los usuarios acceden al mismo contenido. La diferencia entre quienes optan por abonar una cuota y los que prefieren utilizar el servicio gratuito es que quienes no pagan tienen que soportar la publicidad. Los otros no”, explica su director general en España.
Esta forma de entender el negocio es lo que explica la atracción de los usuarios y las dudas sobre la viabilidad del proyecto. Spotify tiene que pagar a las discográficas por cada archivo que escuchan los usuarios; si éstos optan por la opción gratis (y es lo que están haciendo de forma aplastante) ¿cómo van a rentabilizar su inversión? Emmerich asegura que la ecuación es posible con una gran base de clientes para atraer a los anunciantes y una pequeña parte de suscriptores que elija el modelo de pago para no escuchar publicidad. Pero lo cierto es que las empresas que han intentado aplicar este modelo de negocio, como Last.fm, han tenido que dar marcha atrás y cerrar el grifo de la música gratis. Sólo se permite acceder a su contenido de forma gratuita en Estados Unidos, Inglaterra y Alemania (los mercados donde más desarrollado está el negocio de la publicidad on line). En los demás países, incluida España, hay que pagar una cuota mensual.
ACUERDO CON DISCOGRAFICAS
Para conseguir una biblioteca tan completa han suscrito acuerdos con las principales discográficas del mundo: Universal, Sony BMG, Emi y Warner. Además de una buena parte de las empresas que controlan la música independiente. Su objetivo es ser la mayor biblioteca de música on line del mundo. Y van por el buen camino. Cuentan con millones de canciones y siguen subiendo una media de 10.000 cada día.
Pero tener a su disposición tal cantidad de música supone un desembolso enorme. Lutz Emmerich no quiere dar cifras ni desvelar en qué consisten los acuerdos con las discográficas. Se limita a aclarar que son “a largo plazo” para garantizar que el negocio no se irá al garete si alguna decide cerrarles el grifo de los artistas. El problema es que el coste del peaje que pagan a las discográficas aumenta a medida que lo hacen sus usuarios. Si la publicidad no crece, corren el riesgo de morir de éxito (a mayor número de descargas mayores son los derechos de autor que hay que pagar a las discográficas).
Pero también han pensado en esto. “Para controlar el crecimiento, hemos limitado el acceso. Para darse de alta se necesita una invitación (cada usuario dispone de diez invitaciones para enviar a sus amigos). Quien no tenga invitación, debe pedir el acceso por e-mail a la empresa o darse de alta en la opción de pago. Tenemos muchos miles de usuarios en espera y les vamos invitando poquito a poco, según van subiendo los ingresos”, explica Emmerich.