Si pensamos en los principales problemas de las ciudades, el tráfico y la criminalidad probablemente sean dos de los primeros que nos vengan a la cabeza. Pues precisamente ese es el mercado que explota Neural Labs.
Esta empresa catalana desarrolla soluciones de inteligencia artificial (IA) que transforman las típicas cámaras de vigilancia en herramientas inteligentes mediante tecnología deep learning, redes neuronales y visión por computador, tal y como explica en su web.
La compañía tiene más de dos décadas de experiencia, centrándose especialmente en el control del tráfico y los vehículos. Por ejemplo, gracias a su tecnología, las cámaras pueden identificar automáticamente la categoría del vehículo, modelo, color, matrícula, velocidad, sentido de circulación y carril. Y estos sistemas pueden ser tanto puntos fijos como embarcados en coches de policía.
Estas soluciones encuentran aplicaciones prácticas en controles de acceso, peajes, aparcamientos, logística, gestión del tráfico y movilidad. Por ejemplo, son capaces de detectar vehículos que infrinjan las normas y puedan poner en peligro la vida de los demás conductores y de los peatones. También permiten gestionar un módulo de propuesta de sanciones, detectando vehículos se salten semáforos en rojo, realicen giros indebidos, circulen en sentido contrario o con exceso de velocidad.
Asimismo, sus sistemas ofrecen la posibilidad de mejorar la movilidad en las ciudades gracias a la generación de matrices origen-destino, así como el control de zonas restringidas en lugares donde sea necesario limitar el número de coches que circulan, como en las zonas de bajas emisiones. Además, no sólo identifican vehículos a motos (coches, furgonetas, camiones, autobuses…), sino que también son capaces de detectar bicicletas, patinetas, peatones e incluso objetos.
De igual modo, las soluciones de Neural Labs son muy útiles en logística y puertos, permitiendo que las cámaras inteligentes lean y validen los códigos de contenedores de transporte, mejorando la identificación de entrada y salida de vehículos y contenedores, facilitando así la trazabilidad del movimiento dentro de la aduana o zonas logísticas.
Pero la aplicación más llamativa de sus sistemas quizá sea la vigilancia de la criminalidad. Por ejemplo, hace unos días conocíamos que unos motoristas habían robado el reloj al tenista Grigor Dimitrov cuando conducía su coche en Barcelona, como informaba La Vanguardia. Un delito de este tipo podría ser detectado por la tecnología de Neural Labs. Además, sus sistemas pueden servir para controlar posibles secuestros producidos durante trayectos en coche, como los que se producen con frecuencia en algunas ciudades en el ámbito iberoamericano.
También son capaces de identificar automáticamente vehículos sospechosos o robados. Igualmente, pueden reconocer determinados patrones que invitan a pensar en un posible crimen. Por ejemplo, es posible detectar dos personas que vayan montadas en la misma moto, algo que constituye una señal de alarma en América Latina, según explica Elías Valcárcel, fundador y CEO de la empresa, en ABC. Asimismo, permiten advertir acerca de la presencia de personas que se comportan de manera inusual o sospechosa en la vía pública.
Además, la compañía garantiza el cumplimiento de todas las exigencias normativas, ya que sus sistemas no realizan reconocimiento facial. Esto es fundamental en un momento como el actual, en el que la IA artificial despierta tantas suspicacias en torno a la privacidad y seguridad de los datos, como recogíamos en este artículo publicado en EMPRENDEDORES.
Neural Labs tiene su mayor mercado en el continente americano, con clientes en Estados Unidos, Colombia, Chile, México, Argentina, Ecuador o Brasil, así como en Marruecos y Taiwán.
No obstante, la compañía está experimentando un importante crecimiento en España y en Europa, gracias a los fondos europeos y su apuesta por la sostenibilidad. Por ejemplo, sus soluciones son una herramienta de gran utilidad en el desarrollo de la smart city, el desarrollo del nuevo modelo de movilidad y la creación de zonas de bajas emisiones en la mayoría de las ciudades europeas.