Creación
El empresario se mantuvo apenas unos años con su pequeño gimnasio de 180 metros cuadrados, que abrió con un crédito de 500.000 pesetas, avalado por su padre. “Era una época –explica– en que lo habitual era ese tipo de gimnasios. Según las exigencias de los usuarios fueron creciendo, me fui trasladando a sitios más grandes, de 300 metros cuadrados, de mil”.
Salto a la franquicia
Cuando detectó que su formato de gimnasio tenía más aceptación que el de los demás, pensó que había llegado el momento de convertir a Body Factory en una cadena. “Como no tenía dinero, opté por la franquicia. Fue en 1996”, añade este emprendedor.
Grupo de inversión
Más recientemente ha creado Body Factory Inversiones, una empresa en la que participan, además de él, otros socios con probada capacidad financiera. Sin esa nueva sociedad, hubiera sido imposible los últimos centros wellness de Elche, Cádiz, Castellón, Somosaguas o Santander, con 9.000 metros cuadrados.
Ayuntamientos
Su última ocurrencia es la explotación de grandes gimnasios por concesión de los ayuntamientos. Son espacios de 7.000 a 10.000 metros. “El ayuntamiento nos proporciona terreno, nosotros construimos y pagamos un canon”, dice el empresario. Los resultados están superando las expectativas. “En Santander esperábamos estar ahora en 1.600 socios y vamos por los 2.200”.