Cien mil clientes y 11.000 motos (2.000 eléctricas), distribuidas por 28 delegaciones en España y 100 puntos de alquiler en Portugal, Italia, Francia y Brasil; esta es la tarjeta de visita de Cooltra, que se autodefine como Europe’s Biggest Scooter Rental Company. Cierto. Las grandes compañías del alquiler de coches –Avis, Hertz…– pueden ser estadounidenses, pero en el segmento de motos el liderazgo en Europa lo ostenta esta empresa barcelonesa, nacida hace 10 años con 50 motos en un local junto a la Sagrada Familia de la capital catalana.
Rápido crecimiento
Fundada como una startup física, con poca incorporación inicial de tecnología, por un alemán radicado en Barcelona, Timo Buetefisch, exconsultor y MBA por el IESE, Cooltra ha descrito un auténtico paseo triunfal. En el primer año facturó 100.000 euros, pero en 2011 llegaba a tres millones y el año pasado a 11.
Todo empezó un buen día cuando a Timo se le estropeó su moto y “sudé”, dice, “para alquilar una durante varias semanas”. Ahí se le encendió, pues, la lucecilla. Por extraño que parezca, y al contrario de lo que pasaba con los coches, el nicho de las motos, en modo organizado, estaba virgen. Así que Timo reunió 60.000 euros, entre ahorros propios y dinero de unos amigos, los hermanos Henrik y Holger Sprengel, y puso su negocio en marcha.
“Al principio, en 2006, empezamos alquilando a turistas, por días, donde vimos más demanda”, explica. Pero en 2010, una vez comprobado que los vecinos de Barcelona demandaban el servicio, “comenzamos a alquilar a residentes por semanas y meses”. Al año siguiente amplió a empresas, mediante el renting para flotas, a clientes como Prosegur, Unipost, MRW, Burger King, entre otros. Una división que ha ido bastante bien, ya que 3.000 de sus 8.000 motos están alquiladas a grandes compañías.
La gran revolución en Cooltra llegó, sin embargo, a principios del pasado año, en marzo, con el lanza- miento de eCooltra Motosharing, un formato rompedor que permite alquilar una moto a través de una aplicación en el móvil y una tarjeta de crédito, durante el tiempo que se quiera, a una tarifa de 0,24 centavos por minuto y que está pensando como una alternativa al transporte público.
La clave tecnológica
¿Cómo funciona? Sencillo. El usuario de este servicio, pensado para recorridos cortos (en sustitución del autobús o del taxi), se registra en la web, baja la app, da el número de su tarjeta, y con el mismo móvil detecta donde está la moto más cercana y la arranca con una clave. Luego la deja donde quiera. Para que la coja otro usuario. Los empleados de Cooltra mientras van acercando las motos (250 en Barcelona) a las zonas de mayor demanda, como intercambiadores de transporte y similares, y cambiando las baterías.
Pese a que el peso de la facturación viene del alquiler convencional (50%) y del renting de empresas (30%), Timo considera el eCooltra Motosharing como el motor que va a disparar a la compañía en los próximos años. La empresa tiene planes para implantarlo en toda la geografía española, en las ciudades europeas donde está presente y en nuevos destinos: “La idea es lanzar el servicio en Madrid este año”.
Igual que está pasando con los coches, el motosharing (compartir motos) ha nacido justo cuando la tecnología lo ha permitido. Sin el móvil y la geolocalización por GPS, el sistema no hubiera sido posible.
Pros y contras
En Cooltra tratan de aprovechar todas las posibilidades que les ofrece el negocio para añadir actividades: ofrece, por ejemplo, tours con guía y, como cualquier firma de alquiler de coches, vende luego sus vehículos usados. También ha desarrollado alianzas con empresas rivales. El caso de su acuerdo con Europcar, que le ha permitido tener sus motos en alquiler en 70 puntos de servicio de la rent a car alemana.
Los magníficos resultados conseguidos por Colltra no significan que su trayectoria haya sido fácil. “Este no es un negocio de Internet que funciona con un ordenador”, afirma Buetefisch. “La tecnología es vital, pero luego hay problemas físicos, apremiantes, que resolver en todo momento”. Hay que controlar las decenas de motos que circulan por la calle y resolver las incidencias más diversas, lo más pronto posible: motos que han sido dejadas lejos, se averían, tienen un pinchazo o no arrancan. “Y hay que dar el servicio y responder las 24 horas, los siete días”, apunta.
Además, las motos son un producto más complicado de gestionar que el coche. “El coche va a la revisión cada 20.000 kms; las motos, cada 2.000”, añade. Y por dormir en la calle y su fragilidad (frente al coche) tienen más riesgo asociado en cuanto a robos y abolladuras lo que, apunta el empresario, “encarece mucho el seguro”. Tanto que, recuerda, “al principio ninguna aseguradora quería trabajar con nosotros. Me llevó medio año convencerles, y si lo conseguí fue porque soy un buen negociador. Logré convencerles del potencial de la empresa y de que iban a hacer muchos seguros”.
A un problema, una solución
Tampoco el tema tecnológico ha sido baladí. “Hubo que implantar sistemas de software de última generación, que no siempre funcionaban bien”. Por no hablar de la financiación, que no resultó nada sencilla de conseguir en los primeros años. Los problemas, de hecho, llegaron a ser tan serios que el empresario estuvo a punto de cerrar la empresa en dos ocasiones. “En 2009 y 2010 vivimos momentos críticos”, recuerda. Si no sucumbió fue porque supo encontrar soluciones rápidamente.
Timo descubrió que centrarse exclusivamente en el mercado turístico le dejaba sin clientes en las épocas bajas. Las motos se quedaban paradas. Fue justo entonces cuando decidió abordar el mercado de residentes en Barcelona. “Me vi obligado a mover cerca de 1.000 motos que estaban en Baleares a la Península; una operación de alto coste que pude llevar a cabo porque logré un acuerdo con la naviera a precios más bajos de lo habitual”.
Todos estos percances le impidieron a Timo ganar dinero en los primeros años. “Los primeros beneficios los logré en 2012, seis años después de fundar la empresa”. Si al final no cerró fue porque el negocio no paraba de crecer, el potencial era evidente, y contó con el apoyo de sus socios, Finaves Caixa Capital Risc hasta el 2014, y un family office alemán más tarde.
Mucho camino por recorrer
Para sobrevivir a los problemas y llegar a fin de mes, Cooltra llevó a cabo siete rondas de financiación por un valor total de tres millones de euros, la primera en 2007. Tras esas rondas Timo se ha quedado en minoría y ahora tiene sólo el 15% del capital de su compañía.
En Cooltra consideran que aún están al principio del camino. A fin de cuentas están en sólo 11 ciudades españolas y en Europa, en cinco. La empresa tiene la intención de cubrir toda la geografía española, (sobre todo en el sur) y crecer también en el sur de Europa.
Y su gran apuesta, además del alquiler convencional, va a ser lógicamente el motosharing eléctrico en el que invertirá cerca de 20 millones de euros en los próximos cinco años, en España y en Europa.
Solidez emprendedora
Timo, 43 años, es uno de esos emprendedores que siempre lo tuvo claro que quería ser independiente. Cooltra es su trampolín, su gran proyecto.
Lo suyo era emprender, y su oportunidad la encontró en el alquiler de motos. De hecho fundó Cooltra mientras trabajaba de asistente al consejo de Bertelsmann, cargo que dejó solo a finales de 2006, después de que su empresa estuviera ya funcionando a velocidad de crucero y estuvo convencido de su viabilidad. No se trató de un exceso de prudencia. Unos años antes, en 2003, había lanzado otra empresa, muy prometedora, pero que acabó en fracaso.
Se trataba de Lilium, una firma de importación de flores para venta al por menor, preempaquetados desde Holanda, “un proyecto”, dice, “que parecía muy prometedor sobre el papel, en el plan de negocios, y luego falló”, reconoce Timo. El fracaso no le arredró ni le redujo lo más mínimo la confianza en sus posibilidades. Algo que se puede deber a su larga trayectoria profesional en grandes empresas. Antes de lanzarse a crear Cooltra había trabajado en compañías de la importancia de Bertelsmann entre 2004 y 2006, y en Booz Allen Hamilton, como consultor, entre 1999 y 2004.
Timo cuidó también con mimo su carrera académica. Hijo de un farmacéutico y una profesora, trabajó de instructor de tenis y de esquí mientras se licenciaba en administración de empresas en la Oestrichwinkel Business School. Años más tarde, hizo un MBA del IESE entre 2002 y 2004, que empezó nada más llegar a Barcelona. Ahí ya dejó que destacaran sus habilidades de liderazgo. Fue el presidente de su clase en la escuela de negocios. Seguro que también le ayudó su trayectoria cosmopolita. Antes de mudarse definitivamente a Barcelona en el 2002 vivió en Alemania, París, Buenos Aires, Grecia y Suiza.
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