A los 17 años, Ana Martín comenzó a tener problemas visuales. Un año después, había perdido casi totalmente la vista. Sin embargo, esta circunstancia no le disuadió de su deseo de estudiar Fisioterapia. “Estaba en el instituto cuando me pasó y seguí estudiando, aunque necesité un tiempo de adaptación. Después hice Fisioterapia, por ser una profesión ideal para compaginarla con mi deficiencia visual”. Junto a su socio Jorge Susmozas, quien también presenta una discapacidad visual, hoy dirige su propio centro de fisioterapia y osteopatía en Ávila. A la par, simultanea este trabajo con la docencia en la Universidad Francisco de Vitoria de Madrid. “Antes de montar mi negocio trabajé por cuenta ajena para adquirir experiencia. Esta es una profesión que encaja conmigo”, explica.
Ana ha contado para el inicio de la actividad con un crédito a fondo perdido de la Fundación ONCE. “Tuvimos que hacer un buen proyecto para acceder a las ayudas”, apunta.
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