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En primera persona: “Emprender es como Matrix, tienes que decidir si tomas la pastilla roja o la azul”

Ana Maiques es la CEO de Neuroelectrics, una empresa que nace para cambiar la forma en que interactuamos con el cerebro. Esta es su historia sobre emprender, contada en primera ...

13/06/2023  Fernando MonteroCasos de éxito

En 2010, fue nominada por IESE como una de las emprendedoras más influyentes menores de 40 años en España y recibió el Premio de la UE a las Mujeres Innovadoras de la Comisión Europea en 2014. También la institución la consideró una de las Cincuenta Mujeres más Inspiradoras de Europa. Posteriormente, en 2022, con su desempeño en emprender, gano el premio Goldman Sachs Entrepreneur of the year.

En la actualidad, es la presidenta de EsTech, la plataforma de empresas de alto crecimiento con base tecnológica en España dirigida a promover el desarrollo de un tejido productivo de base tecnológica y digital que alcance un 40% del PIB de nuestro país en 2030.

«Si echo la vista atrás y pienso en cómo empezar a contar mi historia, confirmo que el emprendedor o la emprendedora ni nace ni se hace, simplemente es cuestión de casuística.

Mi historia comienza con mi “yo” más joven. Una buena estudiante de económicas apasionada por las matemáticas, convencida de sus valores y que ansiaba que tuvieran un impacto.

Cuando intento explicar, sobre todo a los más jóvenes, lo vital que es esta primera etapa, les advierto del error que supone pensar que hay que tener siempre una vocación o perseguir un objetivo hasta cumplirlo sin importar nada más. La vida profesional es caprichosa y te acaba llevando por caminos que jamás hubieras imaginado. Para sortearlos, hay que estar preparado y tener una mentalidad flexible. Por eso es importantísimo que, hagas lo que hagas en la vida, apuestes por aquello que está alineado con tus valores y aspires a conseguir el impacto que desees.

En mi caso, trabajaba en una empresa belga en la que disfrutaba de lo que hacía, hasta que, de un día para otro, quebró. Lo lógico habría sido coger el finiquito e irme a casa. Sin embargo, la idea de abandonar los proyectos en los que estaba inmersa me rompía por dentro. No quería dejarlos ir porque realmente confiaba en que podían llegar a ser útiles para la sociedad. Fue entonces cuando surgió el momento ‘Matrix’ de elegir entre la pastilla azul o la pastilla roja. A un lado estaba la opción ‘fácil’ de coger el finiquito y marcharme a casa, mientras que, en el otro, estaba plantearse el hecho de comprar la empresa junto a mi socio en un proceso de liquidación y retomarlo todo de nuevo.

Jamás nos habíamos enfrentado a una decisión de ese tamaño. Lo medité y recordé quién era y qué podía aportar. Os mentiría si no os contase que el punto de arriesgarme y la adrenalina que sentía solo de pensar en el nuevo proyecto, fueron las razones que me terminaron de ayudar a dar el salto.

Haciendo mía una expresión americana, el proceso de desarrollo de una startup es un “leap of faith”. Es decir, tú saltas al vacío, pero cuando lo haces nunca sabes qué te vas a encontrar y, cuando lo haces, el proceso es mucho más largo, doloroso y difícil de lo que te habías imaginado.

Pero no todo es negativo, la parte romántica en la que te enamoras perdidamente de lo que haces es sublime. Para mí, la etapa más bonita es aquella en la que no había nada que perder y todo por construir.

Escalar para volver a casa

Hay momentos en la vida empresarial en los que sabes que el proyecto funciona y tiene un potencial enorme. En ese momento te planteas, ¿voy a llegar a todos los pacientes? ¿Puedo conquistar el mundo? ¿Voy a tener los recursos? ¿Voy a tener el entorno? ¿Voy a hacerlo lo suficientemente bien?

La razón que nos llevó a decidir escalar la empresa fue ser capaces de dar respuesta a todas esas preguntas. Y el mejor sitio, sin duda alguna, era Boston. Ir allí era poder jugar en la Champions League de la ciencia.

Es cierto que no en todos los ecosistemas es necesario dar este paso tan grande, pero para el sector en el que nosotros nos movemos, nos ayudó a contactar con mucha gente, conseguimos inversión y nos dio una visión del mundo única.

Una de las lecciones que aprendí de estar allí es que el talento y la gente brillante están en todas partes. Estados Unidos -y Boston en el caso que yo viví- nos llevan ventaja en la escalabilidad de las empresas porque son capaces de hacer negocio con la ciencia, pero no son más listos, solo llevan más tiempo haciéndolo.

El último Informe de España Tech que publicó EsTech en colaboración con Adigital, certificaba que las scaleups españolas son un claro motor económico, generadores de empleo y transformadores del mercado laboral.  De hecho, estas empresas están contratando perfiles con alta cualificación tecnológica, reflejo del nivel de desarrollo que han alcanzado.

El papel de la mujer como emprendedora

Un aspecto que, por desgracia, sucede en todos los ecosistemas de emprendimiento es la posición que tienen las mujeres. Para hacernos una idea del problema, solo levantan un 2% del capital de venture capital que se invierte en startups. Y no puedo parar de preguntarme cómo es posible que suceda esto.

Recuerdo que una vez que en Boston me dijeron que siendo una mujer no iba a levantar capital. En aquel momento -siendo yo madre de cuatro hijos, dos de ellas mujeres- no les iba a hacer ningún favor a ellas si me rendía. De alguna manera pensé que tenía que luchar para demostrar que eso no debía ni iba a ser ahí. Tras aquella conversación, conseguí levantar casi 20 millones de dólares de una serie A.

Y ahora que dirijo mi propia empresa tengo una especial sensibilidad por promocionar a las mujeres de la plantilla. Creo que entre mis labores está inspirar y mentorizar a las mujeres jóvenes. Verlas crecer y alcanzar sus objetivos es una de las mayores satisfacciones que se pueden sentir.

Ser buen o mal emprendedor

En mis inicios, recuerdo pensar sobre si sería buena o mala emprendedora. Un día leí una frase que decía que, para serlo, no tenías que ser un vip, sino un ‘vep’. Descifrando la abreviatura, debías tener visión, una idea clara de cómo querías transformar el mundo; ejecución, ser impecable en ello; y luego ponerle pasión. Para mí, la última parte es decisiva.

Cuando tengo la ocasión de hablar con personas interesadas en emprender, les suelo preguntar: ¿pero tú para qué quieres crear una empresa? Si es para hacer dinero, es muy mala opción. Los emprendedores de verdad crean sus empresas con el propósito de conseguir un producto con el que poder cambiar el mundo. Si lo hacemos bien, el dinero llega, pero ninguno estamos aquí para hacernos ricos. Yo estudié económicas, mi cofundador es fisicomatemático, por lo que, si hubiéramos querido generar dinero, os aseguro que no habríamos fundado una empresa.

En resumidas cuentas, con el paso del tiempo he aprendido que la cuestión no es tanto si uno es bueno o malo en lo que hace, si no que se trata de si existe una motivación correcta o no. Si esta se encuentra en el deseo de hacer dinero o en un tema de egos, el proyecto no saldrá bien. Para aguantar tantos años remando y perseverando, la pasión y la motivación son fundamentales e indispensables».

Ana Maiques, CEO de Neuroelectrics