En un momento económico en el que las empresas están empezando a reducir personal, los más mayores tienen todas las papeletas para ser los primeros elegidos.
En cambio, otros –aquellos que dirigen sus propias empresas– tienen la posibilidad de elegir cuándo retirarse. Y algunos de ellos –como los protagonistas de este reportaje– se muestran reacios a abandonar los proyectos que pusieron en marcha y siguen trabajando con la misma ilusión, si cabe, que el primer día.
Gran carga emotiva
“Estar al pie del cañón a partir de cierta edad, al igual que emprender, tiene un factor en común: la carga emotiva de enfrentarse a nuevos desafíos. Y ese es un rasgo que se mantiene en el tiempo. El día a día de tu empresa es como si fuera un hijo; lo sientes tan tuyo, que nació de tu mano, que quieres que se haga joven de tu mano, que madure de tu mano. Y siempre cuesta desprenderse de él y dejarlo en otras. Precisamente, ese es el riesgo de muchos emprendedores cuando tienen que enfrentarse al relevo generacional”, sostiene Enrique Arce, socio de la consultora PeopleMatters y coautor de El Mayor Activo.
Cuando alguien emprende un proyecto empresarial y lo levanta con sus manos, la edad no es razón para olvidar lo que se ha creado. En el fondo le cuesta desprenderse de esa creación. “Y esto genera la necesidad de que en los protocolos de las pymes familiares, la sucesión se tenga muy bien atada. Son muchas las empresas donde se produce este tipo de roces entre quien la fundó, que quiere seguir viéndola como su creación, y su sucesor, que la ve de otra forma”.
En ese sentido, el mayor, además de organizar el traspaso tiene que planificarse también emocionalmente. “Es decir, ser correcto no sólo en el plano financiero (tanto para dejar bien su empresa como asegurarse su retiro) y en lo social (porque son personas con muchos contactos que les van a venir muy bien a su sucesor), sino también en lo emocional (para dejar paso a las nuevas generaciones)”, sostiene este experto.
Valores y conocimiento
Y ¿es rentable para una compañía deshacerse de los mayores, incluso antes de los 65 años? En principio, no. “Aportan un conocimiento no explícito, es decir, tácito (aquello que no está escrito en ningún sitio y que forma parte del saber de la organización), que ellos tienen y que con su marcha es un activo que pierda la empresa. También aportan una red de contactos muy valiosa. Es otro activo. Es capital relacional. Con ello se marcha uno de los referentes para proveedores, clientes, colaboradores y socios”, subraya.
En definitiva, con su marcha la empresa pierde un referente. “Por un lado, cultural, en el sentido de En esta casa las cosas se han venido haciendo así y quién era el mejor ejemplo era X (el que se ha jubilado). Y, por otro, en la memoria histórica que ayuda a la empresa a enfocar la misión de la organización en el mercado (¿qué razón nos hace estar aquí? o ¿qué nos hemos propuesto hacer?). Y cuando se va, la compañía debe reescribir esa misión, no porque haya que cambiarla, sino porque con su salida puede que se olvide”, puntualiza Enrique Arce.
Para evitar la pérdida y/o fuga, la empresa debe facilitar el traspaso del conocimiento tácito del mayor al joven. Así, “si somos conscientes de que ese conocimiento existe, que lo tiene la gente más mayor y que se va a perder con su marcha, se deberían vehicular canales por los que ese conocimiento, que podría descapitalizar a la organización, quede en manos de los sustitutos. Al final, todo el mundo es consciente, pero no se formalizan demasiadas iniciativas en ese sentido”.
Seguir activo
Y ¿qué le reporta personalmente al mayor seguir trabajando? Principalmente, actividad. Para Arce, el ser humano es, en esencia, activo, independientemente de la edad que tenga: “Sólo la salud limita la capacidad de actuar, de ser activo, pero mientras la haya siempre hay ganas de querer hacer cosas. La sensación de no aportar valor es algo por lo que la persona siente preocupación. Nadie socialmente sano puede pertenecer a un grupo sin tener la sensación de que es un contribuyente más. Y aunque la jubilación significa apartarte de esa capacidad de aportar, siempre hay que dejar un espacio para la contribución de estas personas”.
En las sociedades más antiguas el mayor siempre ha tenido un papel protagonista “porque ha sido transmisor de valores (en el caso de la empresa, la cultura corporativa). Antes se hacía alrededor de una fogata y ahora, tal vez, en el despacho de las empresas”, continúa Arce.
Uno de los problemas a los que se enfrentan las empresas es cómo evitar que surjan diferencias laborales dentro de los equipos entre los mayores y los jóvenes. “Las organizaciones deben hacer dos cosas. Una acción de carácter preventivo centrada en eliminar estereotipos, como pensar que el joven es activo y dinámico, mientras que el mayor es pasivo, agotador y pesado”, señala Arce.
Y en segundo lugar, este experto propone crear ambientes donde se complementen las competencias de ambos. “Creo en los grupos intergeneracionales en torno a un proyecto, donde se combina serenidad, sosiego, calma y análisis que aportan los mayores, con las variables más dinámicas, agresivas y ambiciosas del joven, que tiene más arrojo, es más rápido y trabaja con más urgencia. Las dos juntas son buenas; aislada, no”.
En el capítulo de barreras que deben superar los mayores destaca su necesaria adaptación a los equipos y a los cambios. La mejor arma es utilizar alguna de las cualidades que poseen: “Saber escuchar al joven, serenarle, y evitar las batallitas. El mayor tiende a recrearse en lo que ha tenido éxito, en lo que le funcionó, y esa actitud no es del todo necesaria. Debe estar abierto a escuchar lo que otros profesionales más jóvenes pueden aportar, porque añaden frescura y savia nueva”.
Otra cualidad de la que debe servirse es su capacidad de análisis. El joven tiene acceso a mucha información, simplemente con navegar en Internet, pero la información no significa conocimiento, que sí posee el mayor. “Éste no necesita tanta información como el joven para relacionar unas variables, captar conocimiento y alcanzar una decisión. Los jóvenes se creen que por tener Internet ya lo saben todo y lo que hacen es perderse en el bosque. La coherencia en el análisis lo proporciona el mayor. Hay que saber diferenciar entre tener información y poseer conocimiento. Y ésa es una de las grandes complementariedades que se deben aprovechar”, sostiene Arce.
¿Cuánto le pago?
Otro de los conflictos en las empresas tiene que ver con las retribuciones. ¿Cómo evitar diferencias en el equipo? ¿Se debe pagar más por la experiencia y/o conocimiento? En este punto, el socio de la consultora PeopleMatters advierte no confundir este tema con la antigüedad, porque ya se paga por ella.
“La cuestión hay que conceptualizarla en términos de las habilidades y conocimientos que una persona tiene independientemente de la edad, porque si se mezclan las dos variables (conocimiento poseído y edad) sería complicado. Al final, el caché profesional de una persona (por el que puede tener una oferta de trabajo), depende del conocimiento adquirido, bien durante muchos años o intensamente durante unos pocos”, apunta.
Este experto considera que si a un mayor se le paga más por el conocimiento y las habilidades que tiene, nunca se debe relacionar con su edad. Y aclara: “Lo normal es que a más edad, más conocimiento. Aunque en ese caso no se cobra porque tenga conocimiento acumulado por la edad, sino por el que posee en términos generales. Por ejemplo, puedes encontrarte con profesionales con una antigüedad de 25 años que siempre han hecho lo mismo. Éso no es conocimiento”.
Para retribuir, es necesario valorar las experiencias que el mayor ha vivido: situaciones distintas, variadas, de crisis, de bonanza… y cómo ha sabido salir adelante, cómo se ha adaptado a la tecnología, a la globalización, etc. “Es lo que se debe entender por experiencia. Lo otro es simplemente repetición”.
Cómo vivir el ‘retiro’
Una cuestión que suelen pasar por alto las personas que están a punto de jubilarse es la planificación financiera personal. “Deben tener muy en cuenta que el retiro será diferente dependiendo de lo que hayan contribuido. Es importante planificar cómo se va a cobrar y gastar lo ganado (sobre todo en las prejubilaciones), porque la esperanza de vida es de 80 años (el hombre, 79; y la mujer, 82). Y si te jubilas a los 65, tienes otros 15 años por delante”. Arce propone que las empresas ayuden a los futuros jubilados dándoles formación sobre cómo gestionar financieramente mejor esa etapa.