Justamente eso es lo que en ENISA estamos haciendo en estos últimos meses. Por un lado, seguir apoyando tanto a pymes consolidadas como a quienes quieren emprender un proyecto empresarial viable e innovador con la alternativa financiera de nuestros préstamos participativos y, por otro, ponernos en los zapatos de aquellas personas, que en su día buscaron nuestra financiación pública, y lo están pasando mal.
Y hablo de personas porque detrás de una empresa lo que hay es alguien que cada día se deja la piel en el empeño y quiere seguir haciéndolo. Un empeño que se ha hecho cuesta arriba para un 30 % del total de las iniciativas que tenemos en nuestra cartera, o lo que es lo mismo, 710 empresas que nos han solicitado flexibilizar sus pagos y cuyo importe total de refinanciación asciende a casi 91 millones de euros.
Quienes nos han pedido refinanciar su deuda son micro y pequeñas empresas de más de tres años de existencia que nos llamaban y decían las mismas siete palabras: “No podemos hacer frente a los gastos”. Esto pone en evidencia que aquellas empresas que después de dos años no logran crecer, son las que tienen más dificultades para afrontar la crisis, ya que a menudo no lo hacen por falta de financiación, poca planificación y estrategia, escasez de demanda, problemas de estructura, etc. Para una empresa con este tipo de problemas puede llegar a ser complicado soportar la situación actual.
En cuanto a las actividades que más se han visto golpeadas, decir que son aquellas relacionadas con hostelería, actividades artísticas, recreativas y de entretenimiento, sanidad, servicios sociales, transporte y almacenamiento y por comunidades autónomas Castilla y León, Cataluña, Navarra y Canarias.
Las empresas en su mayoría han sufrido un desplome de sus ventas mayor al 50% (70%) y algunas se han mantenido inactivas ante la imposibilidad de seguir trabajando (46%). Como medidas adoptadas, muchas optaron por la reducción de gastos fijos de la empresa (55%), las renegociaciones con proveedores y acreedores y la búsqueda de nueva financiación (53%) y la apertura de ERTES (31%).
Con respecto al empleo, es interesante ver cómo un gran número de empresas (52 % aproximadamente) no llegó a realizar ningún ajuste laboral, cargando con todos los gastos que ello conlleva. Algunas pymes argumentaban que, en momentos como estos, es necesaria una mayor productividad, para que los bienes y servicios sean lo más competitivos y atractivos posibles. Otras en cambio, no tenían la posibilidad de realizar ERTES, o la actividad de la empresa no permitía aplicar el teletrabajo. El permiso retribuido recuperable fue la herramienta menos utilizada en las empresas que solicitaron la renegociación de la deuda.
Si hay algo que destacar de quienes lo han pasado, y lo están pasando peor, es la escasa incorporación de la digitalización en los planes de contingencia ante la crisis (7 %), en momentos en los que el desarrollo tecnológico está cobrando aún más importancia en nuestra sociedad. Es decir, que las empresas apoyadas en la tecnología han demostrado aguantar mejor el golpe de la pandemia.
Creo que la COVID ha servido para demostrar que si de algo sirve la financiación pública no es solo para ser el apoyo financiero puntual entre quienes quieren salir adelante o seguir creciendo con sus proyectos, sino para manifestar que hay que estar a las duras y a las maduras.
Fomentar la cultura del emprendimiento va de eso: de dar un préstamo participativo como el de ENISA para financiar un tramo, en un momento determinado, y de innovar también con la escucha activa de las necesidades individuales de las empresas y responder después con flexibilidad. Y en ello seguimos.
Artículo escrito por José Bayón López, CEO de ENISA